El futuro de nuestra tierra está en juego. La desertificación, la degradación de la tierra y la sequía se encuentran entre los desafíos ambientales más apremiantes de nuestro tiempo, y hasta el 40% de toda la superficie terrestre del mundo ya se considera degradada.
La desertificación es un problema mundial que conlleva repercusiones graves para la biodiversidad, la seguridad de los ecosistemas, la erradicación de la pobreza, la estabilidad socioeconómica y el desarrollo sostenible.
Los ecosistemas de las zonas secas son ya frágiles de por sí. Su degradación puede tener efectos devastadores para la población, la cabaña ganadera y el medio ambiente. Millones de personas se verán desplazadas en los próximos años como consecuencia de la desertificación.
Una tierra sana no sólo nos proporciona casi el 95% de nuestros alimentos, sino mucho más: nos viste y nos protege, nos proporciona empleos y medios de vida, y nos protege de sequías, inundaciones e incendios forestales que empeoran. Sin embargo, cada segundo, un equivalente a cuatro campos de fútbol de tierras sanas se degradan, sumando un total de 100 millones de hectáreas cada año.
El aumento de la población mundial, junto con patrones de producción y consumo insostenibles, alimentan la demanda de recursos naturales, ejerciendo una presión excesiva sobre la tierra hasta el punto de su degradación. La desertificación y la sequía están impulsando la migración forzada, poniendo a decenas de millones de personas cada año en riesgo de desplazamiento.
De los 8 mil millones de habitantes del mundo, más de mil millones de jóvenes menores de 25 años viven en países en desarrollo, particularmente en regiones que dependen directamente de la tierra y los recursos naturales para su sustento. Crear perspectivas de empleo para las poblaciones rurales es una solución viable que brinda a los jóvenes acceso a oportunidades de emprendimiento ecológico y, al mismo tiempo, ampliar las mejores prácticas. Cada dólar invertido en la restauración de tierras puede generar hasta 30 dólares a cambio, es un favor que puede contribuir a la erradicación de la pobreza de forma efectiva.
Este año, el tema del Día de la Desertificación y la Sequía “Unidos por la Tierra. Nuestro legado. Nuestro futuro” destaca el futuro de la administración de la tierra, nuestro recurso más preciado para garantizar la estabilidad y la prosperidad de miles de millones de personas en todo el mundo.
Existen medidas que pueden tomarse para reducir la desertificación:
- Reforestar y regenerar las especies arbóreas.
- Mejorar la gestión del agua, mediante el ahorro, la reutilización de las aguas depuradas, el almacenamiento del agua de lluvia, la desalinización o, en su caso, el riego con agua de mar de las plantas halófilas.
- Mantener el suelo mediante el uso de vallas para frenar el avance de las dunas, barreras arbóreas para proteger frente a la erosión eólica, etc.
- Enriquecer y fertilizar el suelo a través de la regeneración de la cubierta vegetal.
- Posibilitar el desarrollo de los brotes de especies arbóreas nativas mediante la poda selectiva. Los residuos de la poda se pueden emplear para abonar los campos, y así aumentar la capacidad de retención de agua del suelo y reducir la evapotranspiración.