Según la FAO en su estudio “La seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo” publicado en septiembre de 2018. El número de personas que padecen hambre está creciendo desde hace tres años, volviendo a situarse en los niveles de hace una década.
Actualmente se calcula que el número absoluto de personas del mundo afectadas por la subalimentación o carencia crónica de alimentos, se ha incrementado desde alrededor de 804 millones en 2016 a casi 821 millones en 2017, 1 de cada 9 personas. La situación está empeorando en América del Sur ( de las que 39 millones se sitúan en América Latina y el Caribe) y la mayoría de las regiones de África.
150,8 Millones de niños y niñas menores de 5 años se ven afectados por retraso del crecimiento (altura baja para la edad), un 22,2 por ciento del total. Mientras que un 32,8% de las mujeres en edad reproductiva se ven afectadas por anemia.
La variabilidad y las condiciones extremas del clima son los principales factores responsables de los recientes aumentos del hambre a nivel mundial y una de las principales causas de graves crisis alimentarias. La índole cambiante de la variabilidad y las condiciones extremas del clima está afectando negativamente a todas las dimensiones de la seguridad alimentaria (disponibilidad, acceso, utilización y estabilidad de la alimentación), así como al resto de causas subyacentes de la malnutrición relacionadas con la atención y alimentación de niños y niñas, los servicios sanitarios y la salud ambiental. El riesgo de inseguridad alimentaria y malnutrición es mayor hoy en día porque los medios de vida y los activos conexos, especialmente los de las personas pobres, están más expuestos y son más vulnerables a la variabilidad y las condiciones extremas de un clima cambiante.
Las cifras por si solas son muy graves:
Nicaragua en los últimos años había experimentado un gran crecimiento económico, pese a ello sigue manteniendo el segundo lugar en el cómputo de los países con más personas expuestas al hambre en Latinoamérica, pese a que la subalimentación ha decrecido en la última década, esta sigue afectando a un 16,2% de la población, lo que constituye una seria amenaza para la población.
La explicación a la persistencia de esta situación viene dada por diversos factores como que en el país existe una gran cantidad de población rural e indígena, son muy vulnerables a los efectos climáticos y tienen dificultades para acceder a servicios públicos básicos necesarios para la seguridad alimentaria.
Preocupante es la actual crisis política y económica que esta haciendo descender drásticamente el crecimiento económico, las previsiones de Cepal para este año sería un descenso a 0,5%, algo que está influyendo negativamente en las condiciones alimentarias de su población.
La débil economía de las familias nicaragüenses se está viendo influido por este escenario de inestabilidad. A la pérdida de puestos de trabajo que merman los ingresos familiares, hay que unir las dificultades para acceder a servicios y bienes de primera necesidad.
Ayudemos a un@ Niñ@ muestra su preocupación porque de nuevo será la población infantil la más afectada por este proceso de empobrecimiento teniendo como consecuencias directas una mayor exposición a la inseguridad alimentaria, el fracaso escolar y el empeoramiento de su salud en general.
Una nutrición deficiente puede afectar todas las etapas de la vida de una persona, actúa como un círculo vicioso: las mujeres desnutridas tienen bebés con un peso inferior al adecuado, lo que aumenta las posibilidades de desnutrición en las siguientes generaciones.
La desnutrición también influye negativamente a la capacidad intelectual y cognitiva de niños y niñas, disminuye su rendimiento escolar y el aprendizaje de habilidades para la vida. Limita, por tanto, la capacidad de niños y niñas de convertirse en personas adultas que puedan contribuir, a través de su evolución humana y profesional, al progreso de su comunidad y de su país.
Cuando la desnutrición se perpetúa de generación en generación, se convierte en un serio obstáculo para el desarrollo y sostenibilidad de las sociedades.
El Hambre Cero constituye el segundo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que persigue terminar con todas las formas de hambre y desnutrición para 2030 y velar por el acceso de todas las personas, en especial la población infantil, a una alimentación suficiente y nutritiva durante todo el año. Esta tarea implica promover prácticas agrícolas sostenibles a través del apoyo a los pequeños agricultores y el acceso igualitario a la tierra, la tecnología y los mercados.
Ayudemos a un@ niñ@ tiene como uno de sus ejes prioritarios la seguridad alimentaria. Partimos del convencimiento de que garantizar la nutrición de las personas es el punto de partida para conseguir el desarrollo económico y humano de cualquier sociedad. Invertir en seguridad alimentaria, además de defender un derecho básico, resulta fundamental para que se produzcan avances en otras áreas como la educación, salud o desarrollo social.
El Área de Seguridad Alimentaria de Ayudemos a un@ Niñ@ tienen como misión que niños y niñas puedan comer todos los días en su escuela, de esta forma queremos incrementar la retención escolar y mejorar el rendimiento académico al evitar que niños y niñas accedan a los centros escolares con hambre, y está siendo durante este año en el que estamos redoblando nuestros esfuerzos para intentar paliar las consecuencias de la crisis que está viviendo Nicaragua en niños y niñas con el refuerzo de sus proyectos que promocionan una mejor alimentación de la población infantil y otros grupos sociales vulnerables.
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